martes, 2 de enero de 2024

LOS CRÍMENES DE ADVIENTO

 

Hay autores que tienen la habilidad de crear un personaje e insuflarles vida de tal manera que pasa de ser un personaje de ficción a otro real que nos acompañará y que pasará a formar parte de aquella galería de protagonistas inolvidables que adoptamos como parte de nuestro entorno y vivencias. Y eso es lo que ha hecho Manuel Delprieto con Julia Verbeke, investigadora, teniente de la guardia civil encargada de resolver crímenes tan misteriosos como difíciles de solucionar.

“Los crímenes de adviento” narra una trama de lo más intrigante. En vísperas de Navidad, aparece un cirujano en mitad de una plaza de Madrid. Porta un cadáver con instrucciones. Como si de un calendario de adviento se tratara, han de ir descubriendo las casillas ocultas en diferentes lugares de Madrid. El único inconveniente es que, tras ellas, descubrirán terribles pistas y crueles asesinatos. El asesino los reta a que descubran la lógica de los mismos si quieren evitar una masacre que parece inevitable.

Tras leer los “crímenes del mar de Madrid”, tengo que reconocer que la intriga y la protagonista me sedujeron de tal manera que quise continuar con el segundo caso dedicado a Verbeke. Tanto el personaje principal como los que le rodean son creíbles y cercanos. Empatizamos con ellos con facilidad.

Julia es una persona con carácter, capaz de enfrentarse a sus superiores o seguir un camino poco ortodoxo para resolver un caso. Es un tanto indisciplinada, subversiva, indomable, contestataria, independiente, autárquica, tozuda y obcecada si cree que puede resolver el caso a su manera. Es capaz de anteponer la seguridad de los demás y el bien general antes que su propia vida. Ello la conducirá a enfrentarse al mal cara a cara y, a menudo, sufrir sus consecuencias, nada agradables.

Como en una carrera contrarreloj, han de descubrir el juego que se trae entre manos el cirujano para evitar un mal mayor y para que los muertos no se acumulen de manera imparable. Manuel Delprieto juega con el lector llevándolo por vericuetos complejos en los que no queda otra que permanecer atentos a las locuras presentadas que no parecen tener ni pies ni cabeza. Finalmente, todo adquiere su sentido, como si de un puzle se tratara.

Tan solo queda felicitar al autor que no tiene nada que envidiar a otros extranjeros más conocidos por el gran público. Por cierto, algo que sin duda haré en mi próximo viaje a Madrid será visitar la chocolatería San Ginés, lugar donde nuestra heroína degusta los famosos churros con chocolate con una delectación capaz de contagiar al lector.



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