martes, 1 de noviembre de 2011

Desde el mirador


          Cierras la cancela con apresuradas maneras y enfilas el camino hacia las eras altas ignorando los ladridos del perro que, de forma inocente, va pregonando tu súbita marcha.
            Ignoras los susurros del suave viento que te envía continuos mensajes recordando su presencia. Piensas en ese momento que no llevas nada que proteja tus desnudos brazos pero sabes que será un estado pasajero pues, a pesar de presenciar una fresca mañana, el sol no tardará en lucir de manera esplendorosa esparciendo una agradable subida de la temperatura que relegará a un segundo término la necesidad de abrigo.
            Te paras junto al mirador de las eras altas y de repente, sin que medie señal aparente, tu vista se dirige hacia el horizonte captando en toda su intensidad todo el conjunto de estímulos que configuran un bello y esplendoroso panorama. Es tal la belleza del mismo que da más la impresión de observar una postal que ha sido trabajada y elaborada por un invisible artista admirador del paisaje.
            Como suaves pinceladas en tonalidades ocres parecen haber sido pintados los verdes árboles de la vega, dando a la imagen la sensación de una obra frágil e inacabada. Terrenos arbolados contrastan con otros secos, carentes de vegetación de manera que se amplía la paleta de colores que ha utilizado tan curioso artista.
            En otro plano se observan los cerros más próximos en cuyas laderas, como cromos de una colección imaginaria, se han ido pegando blancas cuevas,  generando un paisaje contrastado tanto en su colorido como en su aprovechamiento.
            Del terreno surgen alargadas y blancas chimeneas delatando, sin duda, la existencia de viviendas que han querido permanecer ocultas a la vista del viajero ocasional. La diversidad y forma de estas chimeneas denotan una gran variedad  en los gustos así como en la imaginación de los constructores, no tanto en la uniformidad de los materiales utilizados.     Curiosamente, la desorganización que parece hacerse evidente en la construcción de las viviendas choca con la impresión general de una forma de vivir previsible y estacionada en el tiempo.
            Montañas azules delimitan el paisaje poniendo coto al horizonte que se ve superado por un cielo azul de aspecto espectacular, manchado de blanquísimas nubes que, como copos de algodón, parecen manifestar su levedad con gráciles movimientos provocados por la ligera brisa.
            Retienes la espectacularidad de la imagen en tu retina y sabes que formará parte del archivo de lugares inolvidables que guardarás en la memoria, lugares a los que podrás volver con la mente en momentos de inseguridad o incerteza. Será en aquellos instantes cuando tu pensamiento viajará a través del tiempo para situarte ante esta estampa con la acogedora sensación de observar un cálido sitio donde las dudas se convierten en certezas y los miedos en seguridades pues aquello que observabas desde el mirador forma parte intrínseca de la memoria de tu ser.