sábado, 17 de noviembre de 2012

Plegaria

 




            Con pequeños pasos acompasados al ritmo lento de una silenciosa multitud nos aproximamos al paseo de Misericordia. Hace rato que se evadieron las luces del día dejando para el acto el dominio de la noche. Resulta difícil encontrar individuos solitarios. Las personas, agrupadas en familias, amistades o conocidos constituyen un continuo goteo que va engrosando una marea humana que desemboca al comienzo del paseo.
            Sorprende la actitud respetuosa de la gente. Las conversaciones, los encuentros y saludos se realizan en un bajo nivel decibélico. Nadie quiere destacar en un momento en que el respeto por una actividad de aspecto íntimo y, al mismo tiempo, popular, marca las pautas que se han de  seguir.
            De repente  las luces del paseo se apagan pero, antes de que la oscuridad se adueñe del entorno, unas pequeñas luces comienzan a surgir de la oscuridad. La luz es el mensaje y la respuesta, es la contestación esperada y nada improvisada que surge de la comunidad.
            Nuria enciende su pequeña lámpara contribuyendo al espectáculo que se dibuja ante nuestros ojos. Como pequeñas luciérnagas, múltiples puntos de luz iluminan el paseo. Una nueva constelación formada por miles de estrellas se abre paso en nuestro pequeño universo. La magia del momento es tal que nos deja sin palabras contribuyendo, de forma solidaria, al respetuoso acto.
            La legión de luciérnagas avanza silenciosamente por el paseo iluminando rostros de ciudadanos de todas las edades. En todos ellos permanece la expectación por el gran momento del cual son partícipes.  Todos son conscientes de la carga emotiva que comporta este sencillo acto. Un acto de reafirmación y realización particular pero de dimensiones y consecuencias colectivas. La magia reside en la unión de todas aquellas voluntades persiguiendo un mismo objetivo.
            Cuando avanzamos por el paseo una voz se deja escuchar: el capellán ha comenzado a realizar el acto de fe en que culmina tan curiosa procesión, propia de las fiestas de Misericordia de Reus. Este acto consiste en el rezo del rosario a la luz de pequeñas y mágicas lamparillas, en honor de la mare de Déu de Misericòrdia, quien fue capaz de paliar las dificultades de la ciudad en épocas pretéritas, según cuenta la leyenda.
            Observo a Nuria que, transportada por el mágico momento, observa su antorcha de forma concentrada mientras en sus labios se dibuja una plegaria.

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