Con pequeños pasos acompasados al
ritmo lento de una silenciosa multitud nos aproximamos al paseo de
Misericordia. Hace rato que se evadieron las luces del día dejando para el acto
el dominio de la noche. Resulta difícil encontrar individuos solitarios. Las
personas, agrupadas en familias, amistades o conocidos constituyen un continuo
goteo que va engrosando una marea humana que desemboca al comienzo del paseo.
Sorprende la actitud respetuosa de
la gente. Las conversaciones, los encuentros y saludos se realizan en un bajo
nivel decibélico. Nadie quiere destacar en un momento en que el respeto por una
actividad de aspecto íntimo y, al mismo tiempo, popular, marca las pautas que
se han de seguir.
De repente las luces del paseo se apagan pero, antes de
que la oscuridad se adueñe del entorno, unas pequeñas luces comienzan a surgir
de la oscuridad. La luz es el mensaje y la respuesta, es la contestación
esperada y nada improvisada que surge de la comunidad.
Nuria enciende su pequeña lámpara
contribuyendo al espectáculo que se dibuja ante nuestros ojos. Como pequeñas
luciérnagas, múltiples puntos de luz iluminan el paseo. Una nueva constelación formada
por miles de estrellas se abre paso en nuestro pequeño universo. La magia del
momento es tal que nos deja sin palabras contribuyendo, de forma solidaria, al
respetuoso acto.
La legión de luciérnagas avanza
silenciosamente por el paseo iluminando rostros de ciudadanos de todas las
edades. En todos ellos permanece la expectación por el gran momento del cual
son partícipes. Todos son conscientes de
la carga emotiva que comporta este sencillo acto. Un acto de reafirmación y
realización particular pero de dimensiones y consecuencias colectivas. La magia
reside en la unión de todas aquellas voluntades persiguiendo un mismo objetivo.
Cuando avanzamos por el paseo una
voz se deja escuchar: el capellán ha comenzado a realizar el acto de fe en que
culmina tan curiosa procesión, propia de las fiestas de Misericordia de Reus.
Este acto consiste en el rezo del rosario a la luz de pequeñas y mágicas lamparillas, en
honor de la mare de Déu de Misericòrdia,
quien fue capaz de paliar las dificultades de la ciudad en épocas pretéritas,
según cuenta la leyenda.
Observo a Nuria que, transportada
por el mágico momento, observa su antorcha de forma concentrada mientras en sus
labios se dibuja una plegaria.
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