martes, 25 de febrero de 2025

EL DIABLO TIENE LAS LLAVES

 


Rocío Acuña

Ya anunciaba Einstein que la oscuridad no existe, en realidad, es la ausencia de luz. Asociamos la oscuridad a la noche, a las tinieblas, a la lobreguez o a la falta de iluminación. Solemos asociarla con un espacio físico y perceptible, pero ¿qué pasa cuando es la oscuridad la que domina la mente de una persona? Esa es una de las cuestiones que plantea Rocío Acuña en su novela “El diablo tiene las llaves”.

De Rocío ya no me sorprende nada. Tiene la habilidad de plantear una escena que puede resultar de lo más cotidiana y conseguir que poco a poco se vaya espesando el ambiente con efluvios de la zona oscura hasta que llega un momento en que el lector se ve abrumado y apesadumbrado, sintiendo que le falta el aire,  no tanto por lo que escribe sino por lo que intuye que pueda pasar. A mí me ha ocurrido que pasaba las páginas esperando y, al mismo tiempo, temiendo lo que podía venir a continuación. Esto es algo que muy pocos autores consiguen, pero que Rocío no solo logra, sino que supera con nota.

Los personajes suelen ser próximos y empáticos, podrían ser nuestros vecinos. Sus reacciones son comunes y sus problemas son los habituales del ciudadano medio. Pero, tras esa aparente capa de normalidad, Rocío sabe poner al descubierto aquellos elementos perniciosos que, poco a poco, sin prisa, pero sin pausa, van emponzoñando el ambiente convirtiendo unas escenas familiares, aparentemente inocuas, en unas secuencias tensas y angustiosas, cargadas de perversión. Todo ello provocado por un personaje sin moralidad capaz solo de contemplar sus propios apetitos e intereses.

No digo más. Tan solo que ya sabéis si os decidís a leerla. Entráis en terreno de Rocío Acuña. Estáis avisados.

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