LA CASA DEL COMPÁS DE
ORO
BEGOÑA VALERO
Una de las cosas que se agradecen
en la novela histórica es que, además de disfrutar de una buena lectura, cosa
que los ávidos lectores siempre agradecemos, nos hace vivir en una época
anterior. Nos convertimos en observadores de un mundo que quedó atrás y que, a
menudo, resulta difícil de recomponer.
Es aquí donde se agradece el
esfuerzo en la documentación que ha de realizar el escritor para mostrarnos
unos paisajes y unos personajes que ya no existen. Es el caso de Begoña Valero
con su obra La casa del compás de oro. Nos traslada a la Europa del
siglo XVI, una época donde la defensa de unas ideas podía acabar con un acusado
en la hoguera, donde la Inquisición y los tribunales religiosos podían cuestionar
los textos escritos.
Begoña nos descubre la figura de
Christophe Plantín, un personaje que ama los libros y los convierte en objeto
de su trabajo y de su vida. En la novela, veremos transcurrir la vida de
Christophe, un personaje real, y también seremos partícipes de los
acontecimientos más significativos de la época relacionados con las guerras de
religión y con el dominio de los Países Bajos por parte de España.
Tras la lectura de la obra, no
queda más remedio que quitarse el sombrero ante la figura de Plantín, un
sencillo personaje pero que tendrá una repercusión mayúscula en la Europa del
momento gracias a sus habilidades para imprimir y editar algunas de las obras
más importantes del momento, contribuyendo a su difusión y a un cambio de mentalidad
en una época, arrojando luz donde antes había oscuridad.
Es de destacar el personaje de
Luis de Osuna, compañero de fatigas de Plantín, que nos ayuda a comprender
mejor la sociedad del momento. Agiliza el relato, y complementa la historia del
editor. En él se focalizan muchas de las aventuras que transcurren en la
novela. No deja de ser el amigo que intenta solucionar los problemas y
adversidades a las que se enfrenta Plantín. Luis de Osuna es un soldado de los
Tercios de Flandes y, desde su mirada, asistimos a los enfrentamientos
religiosos y a los hechos históricos de una forma más próxima, implicándose en
los acontecimientos y dándole una perspectiva más humana.
Dicho lo anterior tan solo cabe felicitar a
Begoña Valero por habernos permitido viajar a una época tan atractiva como
tumultuosa y habernos dado a conocer un personaje tan singular. Es uno de
aquellos personajes que pasan de manera discreta por los recorridos de la
historia, pero que su trascendencia supera, a menudo, a otros mucho más reconocidos.
Todo un placer la lectura de esta novela.
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