Como pequeñas mariposas de luz se observan en el agua una serie de reflejos solares que deja pasar la espesa vegetación que rodea la balsa. Los puntos iluminados van cambiando la ubicación alegremente provocando una sensación divertida y jubilosa hasta el momento en que una nube tapa el astro rey. Las hojas caídas pasean individualmente o en grupo siguiendo una casuística fruto de una ley física que determina que todos los cuerpos caen hacia abajo como consecuencia de la atracción de la tierra. Aquellas que cayeron en la balsa obtuvieron el premio de vagar de manera indiferente, sin obligaciones ni destinación conocida, dejándose llevar por el suave movimiento del agua.
En un rincón de la balsa, dos pequeñas niñas susurran importantes secretos de difícil comprensión por alguien que no se halle en posesión de curiosas e importantes claves que solo ellas dominan. Una pequeña piedra que arrojar a la alberca, una hoja que ha de ser estudiada en su itinerario, son algunas de las pruebas a las que se someten las observadoras. A una escasa distancia, un objetivo espectador apenas oiría un suave murmullo solo interrumpido por las continuas quejas de las ocas que pasean cerca del estanque.
La observación de la escena deja elementos para la reflexión pues en la compenetración de las niñas se halla el equilibrio. No parece que ninguna de ellas quiera hacer de su teoría un dogma. La igualdad en las oportunidades se manifiesta como un elemento necesario para obtener la armonía en la relación. Todo ello, es el mínimo imprescindible para mantener una ligazón de amistad. Tampoco parece muy importante el tema a debatir pues el compañerismo no se basa en la importancia de los sucesos que une los personajes. De hecho, la simpatía y el cariño que se produce en una relación viene precedida por la situación de aprecio y apego que manifiestan los amigos. A partir de aquí, las aventuras, los proyectos y las ilusiones son más si son compartidas.
Como intentando probar mis reflexiones, una risa se deja oír. La risa alegre, desenfadada, desacomplejada y estruendosa de la Xing Mei, seguida de otra, divertida y alborozada de la Núria. Como formando parte de un escondido plan, las dos niñas se dan la mano y abandonan corriendo el entorno de la balsa. En el aire sigue resonando el eco de las risas.
En la balsa se produce una sensación de abandono inesperado. Todo el entorno parece un poco más triste que hace unos segundos. Las hojas que navegan de forma indiferente por el agua parecen darse cuenta del valor de la amistad y buscan algún pequeño curso de agua que las pueda llevar a otra zona donde se hallan sus compañeras en reunión.
La nube que tapaba el sol marcha en busca de otras corrientes y la balsa vuelve a estar iluminada por pequeños puntos de luz como alegres luciérnagas.