Según
una leyenda, el rabino Loew construyó una gran figura de barro que estaba al
servicio del barrio judío. Para darle vida, escribía sobre su frente la palabra
hebrea Emet, que significa vida. Pero, posteriormente, el Golem escapó a su
control y provocó una ola de violencia con múltiples víctimas. Para destruirlo,
el rabino suprimió la primera letra escrita en su frente, con lo que quedó Met
(muerte).
“El
Gólem”, novela escrita por Gustav Meyrink y publicada en 1915, cosechó
rápidamente un gran éxito vendiendo miles de copias. Fue prohibida dos veces en Alemania, una de ellas
bajo el nacionalsocialismo, lo cual nos indica que se trata de una simple obra
folclórica.
Si
alguien espera encontrar El Golem en las páginas de esta novela se desencantará.
Meyrink escribe una novela sobre el barrio judío de Praga, retratado como un
extraño laberinto donde sus habitantes casi se atropellan de la proximidad un
tanto claustrofóbica que propone el autor. Las habitaciones sin salida, los
espacios compartidos, personajes que entran y salen de manera continua… nos generan
una sensación de inquietud.
El
personaje principal, Athanasius Pernath, un tallador de diamantes sin memoria,
debido a un tratamiento de hipnosis, nos hace dudar de manera continua si se
halla en completo estado de razón. Los sueños se cruzan en su camino, así como
los discursos y conversaciones extrañas. No tenemos claro si los hechos que se
narran son reales o responden al delirio del personaje. Hemos de tener en
cuenta que la trama busca una confusión que, decididamente logra.
Es
una novela sorprendente, yo diría que inesperada, y desconcertará a más de uno.
Entre sus páginas se desliza la imagen del Golem, una imagen que permanece en
el subconsciente colectivo de los judíos.
La
galería de personajes forman parte del arquetipo de la visión que tenemos de
los judíos: el prestamista avaro, el estudiante tísico y vengativo, el rabino
que posee el conocimiento, su hija hermosa e inocente, etc.
Probablemente,
la actualidad de esta novela radica en la imagen de un ser que funciona como un
autómata, sin control de sí mismo. Todo esto no deja de ser una alegoría de
nuestro mundo donde funcionamos como seres alienados para realizar unos
trabajos y actividades que muchas veces ni controlamos ni hemos decidido por
nosotros mismos.
Luis
Bolívar
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