«Hasta entonces había creído que todo libro hablaba de las cosas,
humanas o divinas, que están fuera de los libros. De pronto comprendí que a
menudo los libros hablan de libros, o sea que es casi como si hablasen entre sí»
Esta es una cita de “El nombre de la rosa”, de Umberto Eco. ¡Y a fe mía
que he darle la razón! Me hallaba reflexionando sobre algunos aspectos de la
novela que estoy escribiendo, la cuarta de una saga, cuando me vi obligado a salir
disparado de la cama y dirigirme hacia mi biblioteca para buscar “El Golem” de
Gustav Meyrinck, que había adquirido en una tienda de libros de ocasión. La
intuición me dijo que necesitaría leer esta obra para adentrarme en la manera
de pensar, en los mitos y el entorno del pueblo judío (en este caso, del gueto
de Praga).
Yo tengo por costumbre crear los personajes, darles forma con una manera
de pensar, con unas circunstancias y un entorno adecuado a cada uno de ellos.
De repente, me sorprendió uno de los personajes de mi nueva novela diciendo que
“El conde de Montecristo” era su libro de cabecera. ¡Pues nada! Ya me veis
recurriendo a mi biblioteca para buscar esta novela de la que, he visto varias
películas, pero que nunca había leído.
Por último, a uno de mis personajes principales, no se le ocurrió otra
cosa que visitar el Mercado Dominical de Sant Antoni de Barcelona, un mercado
de libros de segunda mano que existe desde 1936. Fruto de su paseo por el
mercado fue la colecta de varios libros. Entre ellos, “Historia de dos ciudades”,
de Charles Dickens.
Pues no me queda otro remedio que leer estos libros para saber qué es lo
que se traen entre manos los personajes de mi próxima novela.
¡Y yo que creía que era el autor!
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