viernes, 18 de marzo de 2011

En la playa


Contemplando el horizonte, sentada sobre una roca, observas pasar el tiempo mientras el agua, arrastrada por el motor que representan las olas, te moja los pies.
La playa, una cala de la costa al sur de Cambrils, no está todo lo llena que debería una tarde del mes de julio. La causa la podemos hallar en que este rincón permanece   escondido   a turistas y solo los vecinos son conocedores de su existencia.
El aire corre suavemente, cosa que se agradece, produciendo una agradable sensación que ayuda a generar  una impresión de gozo y bienestar que permanece ligada al recuerdo al cabo de los años. Cuando, posteriormente,  intentas pensar en un momento que te pueda resumir el placer de disfrutar de un merecido descanso ante el bombardeo de actividad y de estrés que acarreas en el día a día, tu memoria te abre la puerta a aquella tarde, en la playa, en que el discurrir del tiempo era el único trabajo que tenías.
Abstraída en pensamientos de carácter personal, los ruidos que conforman la cotidianeidad de un día de playa te llegan como un sordo rumor incapaz de alterar de manera significativa el ritmo de tus reflexiones.
El mundo próximo de la pequeña cala está formado por famílias que aprovechan el momento en que comienza a bajar el sol para acompañar a los niños a la playa, un chico con un perro que juega en el agua y una pareja nudista que, indiferentes a la mirada ajena, realizan el sabido ritual de postrarse para adorar el nuevo dios, el sol, goce de turistas y naturales de la zona.
Unos niños buscan entre las rocas algunos pequeños moluscos o despistados peces a los que puedan capturar con arcaicas herramientas de pesca. Posteriormente serán exhibidos ante la cruel curiosidad humana como si de un gran trofeo se tratara. Los gritos tribales de los críos rompen la placidez de la reposada cala.
La tarde pasa lentamente, con una pereza propia del que sabe que nada le espera. El  mar no parece recibir de forma áspera a aquellos que se internan en sus aguas. La temperatura resulta más aceptable a estas horas y ello hace que la tentación de un baño resulte difícil de dominar.
Finalmente, decides que ha llegado el momento de volver a la rutina, aquella de los compromisos y las obligaciones, recoges tus enseres y te diriges al lugar donde has dejado el coche. Sin embargo, te giras para poder captar una última imagen de este lugar para incorporarla en la gran biblioteca de recuerdos. Los niños, el perro, y dos o tres famílias continúan disfrutando de una tarde de playa en un lugar que hoy, parece un espacio idílico, cuando en tu mente tiene lugar la evocación de aquel día de julio.

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