martes, 22 de marzo de 2011

Els quatre camins


        Sinuosa en sus curvas, misteriosa en sus recovecos, inagotable en su extensión, se presenta la ruta dels quatre camins cuando la enfilas por el camino de la pedrera del Cobic.
            Presenta diversos recorridos ante los cuales se combinan paisajes que parecen corresponder a un puzle en el que las piezas están unidas como por casualidad. Como en un vigoroso árbol, las imágenes que se van presentando ante tus ojos van variando a medida que te adentras en alguna de sus ramas.
            Los árboles del margen intentan ofrecer un bello espectáculo mostrando un panorama donde las flores establecen una dura competición para sorprender al afortunado viajero que no puede menos que rendirse ante la evidencia de las grandes maravillas que presenta la naturaleza en el lugar más inesperado.
            Pasado el mediodía, la luz del sol incide sobre la estampa que tenemos ante nosotros provocando reflejos en los árboles floridos que se hallan a lo largo del camino. Las sombras de la vegetación atrapan el paisaje intentando cubrir el asfalto de la carretera para crear un calidoscopio de luz y color.
            A pesar de la belleza de la vista y de lo acogedor del lugar, posiblemente ésta no sea la mejor vista que muestra esta ruta. Personalmente hay un momento en que estos parajes adquieren un encanto y atractivo de una suave delicadeza y una espiritualidad sublime.
            Cuando realizas el viaje en sentido a Reus, a primera hora de la mañana, el sol pasa entre los frondosos árboles que abrazan el camino de manera que finos haces de luz se dirigen hacia todas partes generando una  fascinante sensación. Diríase que realizas un viaje hacia la luz donde el resto, difuminado, deja de tener importancia.
            Un suave velo de lumínica claridad parece cubrir el paisaje dándole un aspecto mágico capaz de seducir al más impetuoso viajero. La sensación de bienestar que se genera es tal que deseas que el viaje se alargue sin otro objetivo que seguir disfrutando de esa agradable percepción.
            Una vez has pasado las curvas y llegas al passeig del Nord la sensación de haber perdido algo precioso te embarga. Giras la vista y te preguntas si el espectáculo que acabas de presenciar ha tenido lugar o ha sido una visión fugaz de un deseo contenido. Hasta tal punto cambia el paisaje y se entristece que la impresión de haber sufrido una alucinación se mantiene. Sin embargo sabes que esta impresión solo será temporal, hasta  el próximo día que vuelvas a encarar  els quatre camins.

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