domingo, 22 de mayo de 2011

El campanar


              Con una altura de 12 metros sobre una base de 119, impone su altura sobre el resto de edificios dando a la línea del horizonte de Reus una imagen característica. La torre hexagonal que configura el campanar de la capital presenta en las alturas unos grandes ventanales desde los cuales se puede observar una espectacular vista de la ciudad.
            Testigo mudo y privilegiado de seiscientos años de existencia de la población, permanece inalterable observando los diferentes estados de ánimo que han configurado el paisaje urbano.
            De talante pacífico, Reus ha sufrido diversas ocupaciones en las diferentes guerras, tanto en la de secesión como en la de sucesión, donde padeció ultraje por el mero hecho de ser una ciudad de estratégica situación.
            Actos heroicos, hechos cobardes, episodios vandálicos y otros ejemplares han sido observados por la torre que sabe registrar como en un diario todo tipo de acontecimientos. A pesar de mantener una ejemplar neutralidad se ha visto inmersa en acontecimientos que han perjudicado su propia integridad física.
            Con gran dolor recuerda la desaparición durante la guerra civil de cuatro de sus campanas. Cada uno de los repiques que no pudieron realizar permanece como una herida abierta en su entrañable corazón. No duda un momento en recordar sus nombres: Jesús, Sant Pere, Sant Pau y Sant Jaume. La desazón que siente se sabe disminuida cuando le fueron instaladas otras dos en los años cuarenta: la de Misericòrdia y la de Sant Pau.
            La torre adquiere un papel protagonista cuando va marcando la sucesión del día a través de las campanadas que, de forma sistemática y sincronizada orientan a los despistados ciudadanos sobre el paso del tiempo. Sin embargo, todo ello parece un método tranquilo pero imparable de autoafirmación.
            Consciente de que los grandes eventos violentos ya han pasado dedica su tiempo a la vigilancia impasible de otro tipo de actos más rutinarios o festivaleros que configuran la programación ciudadana. Su actitud es distante pero nada  desearía más que poder transformarse en un anónimo paseante y poder recorrer las calles de la población disfrutando de aquello que le está prohibido.
            Con una maldición semejante a la del rey Midas que podía ver los objetos pero no tocarlos, el campanar observa Reus siendo consciente de que forma parte de la historia viva de la ciudad pero muchas veces es invisible a sus habitantes. Los días de lluvia, el agua resbala por su tejado y,… diríase que está llorando.

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