sábado, 7 de mayo de 2011

La linterna


            La fresca mañana de verano nos hace olvidar por unos instantes las extremas temperaturas que padeceremos en apenas dos horas cuando el sol se vaya adueñando de forma absolutista del firmamento sin dar opción a que otros fenómenos atmosféricos puedan arrebatarle su disputada corona.
            Hemos bajado a las tierras del río Galera. El iaio ha querido estudiar sobre el terreno las posibilidades de que el parato pueda recibir el riego que le corresponde. Los álamos están pidiendo a gritos un inapelable riego de manera urgente. Observamos las hojas de los árboles y, en su color, podemos apreciar esta apremiante necesidad.
            Un improvisado encuentro con el vecino de parcela da lugar a una tranquila conversación donde las ideas sobre el cuidado de los álamos se mezclan con otras sobre el esmero en la salud personal. De los aspectos técnicos de los abonos modernos y la proliferación de plagas que se producen se pasa a otro tema de conversación más prosaico y personal donde las visitas a los respectivos médicos se complementan con opiniones sobre cualidades y beneficios de determinados medicamentos.
            Ajena a la conversación que tiene lugar, Núria corretea por el camino que bordea los terrenos. Una  linterna se convierte en sugestivo objeto de estudio y diversión. La coge con las dos manos como si fuera una apreciada herramienta, consciente de que cualquier ayuda sería poca para la faena que íbamos a desarrollar.
            En el momento en que supo que bajaríamos al río Galera y vio que los adultos preparábamos herramientas básicas para desbrozar un poco el terreno, ella entró corriendo a la cueva para rebuscar entre los objetos alguno que fuera interesante y necesario para colaborar en la ardua actividad que nos disponíamos a desarrollar. La ayuda desinteresada es una característica de almas generosas y es desde  ese carácter altruista que cabe interpretar su relación con el mundo.
            Núria enciende la linterna e ilumina la alameda aportando luz al sombraje que la caracteriza a esta hora tempranera. La suave brisa que corre genera una sensación de bienestar que es de agradecer. Con pasos tímidos se adentra entre los árboles vigilando de no caer pues la vegetación que cubre el suelo forma una amalgama con las raíces de los árboles de difícil transición para una criatura cuyo bipedismo ha sido desarrollado recientemente.
            Como si estuviera viviendo una película de aventuras en que ella es la protagonista dirige la luz a la corteza de los árboles asombrándose de las formas y dibujos que se adivinan. Su pequeñez contrasta con la enorme altura de los álamos dando sentido a la historia que suponemos está imaginando.
            Mientras Núria vive historias que para los demás solo existen en la imaginación, los adultos no podemos hacer otra cosa que maravillarnos de la capacidad inventiva de la niña, llegando a plantearnos si no seremos nosotros quienes estemos equivocados viviendo en un mundo que  no sea otra cosa que un universo soñado por alguien ajeno mientras la vida real permanece en otro lugar. Como tantas otras cosas, la pregunta queda flotando en el aire.

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