Cuando la niebla matutina, que ha hallado su asiento en el extenso y seco paisaje de las llanuras del altiplano granadino, se levanta, podemos observar cómo se mantiene orgulloso y solitario el árbol que, junto a la carretera, parece despedir a los espaciados vehículos que fluyen en su recorrido por la ruta que une Huéscar con Castilléjar.
En otras ocasiones, la temporada en la que recorremos el susodicho paraje es mucho más cálida y la hora cercana al mediodía. Es entonces cuando observamos que, de la calina que se desprende del terreno y que forma una veladura que emborrona suavemente el paisaje, surge, orgullosa y solitaria, la figura del único árbol que encontramos al pie de la carretera.
Como una señal firme y segura, parece darnos, en su silencioso lenguaje, las indicaciones necesarias para que podamos realizar de forma segura nuestro largo viaje.
Observas el árbol que domina el amplio secanal y hasta te parece ver cómo te saluda y te da la bienvenida a un mundo diferente del que has venido. Detrás de las continuas curvas que presenta la carretera se halla un paisaje agreste y casi salvaje. Las badlands dominan el entorno con sus cerros secos y áridos, solo acompañados de matas de esparto que, como esporádicas pinceladas, manchan el desértico paisaje.
Sabes que el paisaje, las costumbres y las personas que encontrarás a partir de este momento establecerán relaciones y funcionarán con códigos diferentes a los que arrastras a lo largo del año y que, durante un período determinado, tendrás que hacer uso de las claves temporales para poder sentirte más próximo a aquellas gentes que hacen uso del territorio. De otra manera se producirá un desplazamiento inequívoco en cuanto a la relación con los habitantes de la zona creándose una brecha que dificultará hasta el entendimiento más simple.
De todo ello da fe el árbol solitario que, una vez avistado, te avisa de las condiciones que imperan en el lugar. Parece decir: “Ya has vuelto, cuánto tiempo desde la última vez…”, con una voz dulce y acogedora que invita a desentrañar los misterios que yacen en estos parajes.
Actualmente la vía principal da un rodeo por Huéscar. Ya no es necesario adentrarse en la pequeña carretera comarcal para llegar a Castilléjar. El encanto del pequeño árbol pierde protagonismo pues su presencia no parece necesaria para llegar hasta el pueblo. Sin embargo, cuando coges el desvío de Galera, involuntariamente giras la cabeza para observar, en un acto reflejo, una enorme extensión de terreno. La irregularidad del mismo impide ver el solitario árbol que te daba la bienvenida al lugar pero tú sabes que, como un viejo amigo, aún en su ausencia, se desprende la intensidad del recuerdo y de un dulce saludo de bienvenida.