jueves, 3 de febrero de 2011

Atravesando los campos

La luz inunda los campos. El sol de mediodía descarga con fuerza su radiación ante la indiferencia del paisaje que la recibe con la indolencia del que sabe que la oposición es inútil e  innecesaria.
A la distancia se observa la silueta de dos figuras que, desacompasadas, van atravesando los campos. Los obstáculos que presenta el itinerario son sorteados con desigual suerte por la atrevida pareja.
Como una orquesta en la que diferentes instrumentos manifiestan los sonidos que son capaces de producir y en la que, la coordinación de todos ellos, da lugar a una sinfonía repleta de ricos matices, la pareja une sus esfuerzos en conseguir llegar hasta el parato, en la ribera del río Galera.
El abuelo, ayudado de su garrota, va sorteando los obstáculos no sin antes tantear las posibles fallas del terreno para evitar un tropiezo de consecuencias imprevisibles. La niña, indiferente a todo esto, va tirando del brazo con más ilusión que fuerza, entusiasmada ante la posibilidad de llegar al objetivo propuesto.
Los observas y piensas que resulta curioso ver ese avance que se produce con desigual cadencia, consecuencia del dichoso tiempo, que abre una importante brecha de edad de sentidas consecuencias sin que ello altere  unos emotivos sentimientos por los que se sienten unidos
El abuelo, prudente, vigila que la niña cubra con éxito el resto del recorrido, mientras grandes gotas de sudor amenazan con cubrirle la frente bajo el sombrero de paja. Una vez lleguen a la sombra de la alameda se sentará en el ribazo sobre unos sacos vacíos de pienso para descansar ante la vista que ofrecen los terrenos labrados. Decide descansar un rato pero su vista se alegra ante la imagen de la tierra que le vio nacer y que ha sido testigo de las vicisitudes que ha tenido que pasar.
Mientras tanto la niña, ajena a estos pensamientos, corre por la alameda, consciente de que está viviendo una aventura, por lo que no resulta extraño oír su risa que parece ser transportada por la brisa que mece suavemente los álamos.

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