Te relajas unos momentos y estiras los brazos. Tras unos segundos, te preparas, sentada frente al piano. La concentración se hace patente en tus gestos. Observas la partitura y comienzas a deslizar los dedos por el piano. La música comienza a dejarse oír. Primero de forma casi tímida pero, poco a poco, adquiere un gran protagonismo y las notas se hacen dueñas del ambiente. Casi, como sin querer, te has apoderado del entorno y todas las miradas convergen hacia ti. En cada línea, en cada acorde muestras el dominio de un aprendizaje que no por tener unos grandes resultados ha sido fácil de conseguir.
La melodía del sonido envuelve y mece los sentimientos de orgullo que nos recorre y me devuelven a una época anterior, donde las inseguridades eran dominantes en tu carácter provocando una enconada lucha para conseguir que asumieras como posibles algunos de los logros que ibas consiguiendo.
El ritmo alegre de la tonada me transporta a momentos en los cuales no parecías conocer la tristeza, cantando con musicalidad infantil la canción de los reyes magos. Entonces el mundo era sencillo, carecía de matices y todo en él era felicidad. En resumen: Estabas acompañada de los tuyos
La canción se torna triste. Pronto tuviste que aprender que la situación que tú tenías era distinta de la de tus compañeros de colegio. Tú tenías un hermano diferente y ello hacía que las relaciones con él tuvieran matices que no te habían enseñado ni habías podido ver en programas televisivos. Una vez comenzaste a aceptar la situación tuviste que poner voz a un semejante que no la tenía y dedicaste todos tus sentidos a dar protección a alguien que vino a un mundo sin escudo ni armadura.
Una alegre cadencia musical se deja oír. Tuviste que madurar de golpe, como maduran los almendros ante unas cálidas temperaturas de febrero, ignorantes de que pueden llegar las heladas de abril y dar al traste con todo el esfuerzo prematuro realizado. Sin embargo supiste disfrutar de las personas que te rodeaban valorando y absorbiendo hasta el fondo de tu alma todos aquellos momentos que estuviste acompañada. Eras capaz de apreciar la compañía de las personas mayores de la familia, tus abuelos, el tío Antonio, el tío Lino…Escuchabas sus historias sin perder ni un ápice los comentarios que decían. Eras consciente de que ello tenía un valor incalculable y los archivabas en la memoria con gran devoción.
La tonalidad se torna melancólica. Sin duda, no hay recuerdos más tristes en tu corta experiencia que el de todas aquellas personas que se han ido quedando a un lado del camino. Tú has tomado nota de todos ellos y guardas un recuerdo agridulce que no te impide que la pena y la congoja te dominen. Sin embargo sabes que todos ellos están guiando tu camino y lo están iluminando para evitar que un obstáculo te pueda hacer caer.
Ahora, las manos se deslizan con gran rapidez sobre el teclado. Tu seguridad es absoluta, tu dominio del tema preciso. Ha sido necesario mucho esfuerzo, superar muchas inseguridades, luchar, a veces, a tumba abierta y sin paracaídas, pero lo has conseguido. Te has tenido que superar a ti misma muchas veces. Algunos no creyeron en ti, otros dudaron. Pero tú has demostrado una y mil veces que la única montaña que no se puede superar es aquella que no empiezas a escalar.
Con un brusco final, acabas y te levantas. La canción te salió perfecta. Cualquiera diría que parecía fácil. Solo tú sabes las horas que le has dedicado. Una sonrisa ilumina tu rostro y diríase que una luz más potente ilumina la habitación. Tu madre y yo aplaudimos con emoción pues acabas de demostrar, como tantas otras veces, que has podido superar las dificultades. Te turbas y, aunque no lo digas, somos conscientes de que en tu fuero interno has dedicado esta melodía a unas personas que tienes en el recuerdo y que, sin duda, te estaban escuchando con gran emoción y sentido orgullo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario